El principio

Este es mi primer blog.  Nunca me había decidido a escribir algo de uno de nuestros viajes, pero, en esta ocasión, bien vale la pena. Y es que Estambul es una ciudad que se me ha metido muy dentro, tanto, como para animarme a escribir mis vivencias y compartirlas con quien desee leer esto.

Quienes ya han estado en Estambul saben bien de qué les estoy hablando. Pasear por sus calles empedradas, como Sogukçesme, con sus casas de madera, o sentarse por la noche en el patio de la mezquita azul, escuchando la llamada a la oración del Almuhecin, o tomarse un helado, o un simit, como tantos y tantos turcos hacen.

Mezclarse con la gente, comerse un baklava, beberse... o más bien masticar, un fortísimo y espeso café. Oler y ver las especias en el bazar, y dejarse llevar por la amable conversación del siempre hospitalario vendedor, que te embruja y te lleva a su terreno casi sin que te des cuenta. Has de ser fuerte para no sucumbir a sus encantos.

Sus monumentos, sus comidas, sus olores, sus sabores, sus gentes, amables, siempre dispuestas a ayudar, con su trato agradable, y su sonrisa, que te envuelve y te invita...

Estambul es un lugar del que conviene no ver todo en el primer viaje, para así tener una excusa para volver. Aunque, sí lo ves todo, descuida, seguirás deseando volver. Mi último día allí fue el 27 de mayo de 2.011, y espero con anhelo el momento en que pueda volver por allí, y saludar a mi amigo Mehmet, y charlar con Ana y Conchi, y volver a entrar en sus pastelerías...