Día 2. 23 de mayo. Mezquitas

Lunes por la mañana. Con Aya Sofia cerrado, decidimos elegir nuestro plan de las mezquitas (en casa, en España, elaboramos un plan, con una serie de visitas cada día) . La primera era la Yeni Cami, pero como la hicimos el día anterior, la pasamos de largo, no sin antes hacer alguna foto. La segunda es la Rustem Pasa. Gracias al blog de Javier Adán, sabemos que hay que tener cuidado al buscarla, ya que está bastante escondida, y se entra por una escalera bajo un arco.


Es una mezquita pequeña, pero muy bonita, sobre todo por dentro.  En realidad, todas las mezquitas son muy bellas, tanto su exterior como su interior, y, si algo se percibe dentro, es espiritualidad.

Esta mezquita está en el barrio de Eminonu, y tras verla nos encaminamos al de Suleymaniye, a ver la mezquita del mismo nombre. Nos toca subir. Estambul está plagada de cuestas, es una ciudad con muchas colinas...


Esta mezquita se ve perfectamente desde Eminonu, y es difícil perderse. La verdad es que, con un mapa para ciertos momentos, perderse en Estambul es prácticamente imposible. Además, si nos ocurriera, basta con preguntar a cualquier estambulita... Será fácil encontrar a alguno que sepa inglés, y que te quiera ayudar.

Después de ver esta mezquita nos encaminamos al Gran Bazar. Lo siento, pero me temo que no saqué ninguna foto. La idea era solamente verlo, no comprar, dado que todos los foros recomiendan que se compre fuera, que es más barato. Así que eso hicimos, dimos unas cuantas vueltas por su interior, perdiéndonos a veces, ya que es como un laberinto, pero al final pudimos salir. Imagínate, sales por la primera puerta que pillas.

Nosotros queríamos coger la calle Divan Yolu, en busca de una  pastelería para probar el famoso baklava, y no sabíamos si habíamos salido por la puerta correcta, así que entré en una pequeña tiendecita a preguntar, y, en inglés, no muy bueno, pero comprensible, me confirmaron que había acertado. Pura chiripa.

Bajamos a Divan Yolu, y de nuevo siguiendo la línea del tranvía, cruzamos Çemberlitas, donde hay un hamman muy famoso, vimos la columna de Constantino...
...y encontramos la pastelería... O eso creía yo. Me había dejado el iPad en el hotel, así que no recordaba el nombre, pero daba lo mismo, tenían baklava, bueno, era una pastelería muy pequeña, sólo tenían baklava, de modo que entramos, pedimos dos pedazos para cada uno, siempre en inglés, y nos los comimos en una mesita del interior. Qué delicia. Un día en casa hicimos un pedido a un restaurante turco, ya sabeis, doner kebap, durum, etc, y baklava, pero aquel estaba demasiado dulce y empalagoso. Sin embargo, éste estaba delicioso. Al punto de que días después volvimos a esa misma pastelería a comprar una caja para casa. De hecho, le preguntamos al dependiente si aguantaría, y nos confirmó que siete días... Menos mal...

Luego nos tomamos un café en el Starbucks, aún no nos atrevíamos con el turco, que dicen es muy fuerte, y seguimos caminando hacia Sultanahmet. Una vez allí, más fotos.

Después de las fotos decidimos volver al hotel a hacer un pequeño descanso. Apenas habíamos salido de la zona de las fotos cuando se nos acercó un joven turco y empezó a charlar con nosotros en un casi perfecto español. Estuvimos hablando de la situación de España, del turismo, de Zapatero, etc un ratillo, hasta que nos dio una tarjeta, nos dijo que se llamaba Erol, y que tenía su tienda de alfombras muy cerca, junto al restaurante Altin Kupa, que si queríamos pasarnos, lo hiciéramos. Le dijimos que alfombras no, pero una mochila de cuero para mí... Me dijo que algo tenía, pero que igual no me gustaba, y nos separamos...

Pero al rato, como íbamos bien de tiempo, y no teníamos hambre (el baklava y el café nos habían llenado), nos fuimos a verle. En su tienda nos llevó a una sala llena de alfombras, estábamos solos. Nos dijo si sabíamos cómo era la hospitalidad turca. Le dijimos que sí, así que nos llevó a un sofá, nos trajeron un té turco, y a charlar. Así casi tres cuartos de hora. Como estábamos muy cansados, estábamos agusto... La conversación terminó cuando nos sacó el primer kilim por 900 euros, y le dijimos que no queríamos hacerle perder más tiempo, pues no pensábamos comprar alfombras. Entonces nos llevó a otra sala a ver los bolsos, pero él mismo pensaba, como así resultó, que no me iban a gustar. De todos modos, a pesar de todo el tiempo, no fue como en el Khalili de El Cairo, donde sólo les falta agarrarte. Quedamos tan amigos...

Al salir, nos pasamos a ver una pequeña callecita que está entre Top Kapi y Aya Sofia, Sogukçesme, que tiene casas de madera de principios de siglo XX, muy típicas y estupendamente bien cuidadas...


Y luego sí, volvimos al hotel, estuvimos un rato descansando, y de vuelta a la calle, hacia Eminonu para cruzar el puente Galata.
La meta: La propia Torre Galata. Sabíamos que había un funicular con el que subir, pero por más que buscamos, fue imposible localizarlo, así que nos tocó subir unas cuestas horrorosas, de un 100% de pendiente, incluidas las escaleras de esta foto:

Pero mereció la pena. Nos faltó echar la primera papilla, pero pudimos aguantar. La torre Gálata en sí no es lo más bonito de Estambul...


Pero sus vistas son impresionantes. Puedes ver todo Sultanahmet. Sus sesenta metros de altura son suficientes para tener una espléndida panorámica.


Con esto terminábamos la visita del día. Ahora teníamos que volver a cenar. ¿Adónde íbamos a ir? Yo soy muy conservador, si algo me gusta, repito, y como el Enjoyer nos gustó, allá que nos fuimos. Esta vez Pilar cenó el pollo Enjoyer, y yo el pollo Santa Sofía. Ambos muy ricos, el suyo con verduras, el mío con bechamel y espinacas... Y de postre, ya no pudimos resistirlo, de nuevo Baklava.

Al terminar la cena, ya era de noche, nos bajamos hacia la mezquita Azul y Aya Sofia, para verlos bien iluminados. La vista era espectacular, y la tranquilidad que ser respiraba era total.


Y hasta aquí el día 2. Llegamos al hotel y caímos totalmente rendidos en la cama, aunque no con mucho sueño, así que a ver las noticias en el iPad.

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