Día 4. 25 de mayo. Dolmabahçe Sarayi

Un nuevo día en el que hay que madrugar. Toca el palacio Dolmabahçe, el lugar más lejano al que nos vamos a dirigir. Tenemos que coger el tranvía, cosa que hacemos en Sirkeci, previa obtención de los jetones necesarios, lo que ya habíamos hecho un par de días atrás. Es curioso esto del tranvía. Para acceder al andén se puede acceder de dos formas. Metiendo el jetón por la ranura de los tornos de entrada...o entrando de gorra por la propia vía, recordad que estamos en la calle. Una vez dentro del vehículo nadie lleva encima título de transporte, así que no te pueden multar porque no se puede demostrar que te has colado. Bueno, pues los turcos son cívicos y pasan por los tornos (digo yo que alguno habrá que se cuele).

Son pocas paradas, en total 5 (Eminonu, Karakoy, Tophane, Findikli y Kabatas). Al llegar a Eminonu se oye por megafonía una perorata, a la que, obviamente, no hacemos caso pues es en turco y no la entendemos. En esa estación se baja gente, y más gente...y más gente, hasta que entra un joven turco y nos dice en mal inglés, pero con mucha voluntad y amabilidad, que debemos bajarnos y coger el tranvía de la vía de al lado. Le hacemos caso, bajamos por la puerta abierta a la vía ( extrañamente no se había abierto la puerta del anden, sino la otra), y nos colocamos junto al resto de la gente a esperar.

La espera es corta, cinco minutos, llega el nuevo vehículo, lo cogemos, y en menos de 20 minutos hemos llegado a destino. Desde ahí cinco minutos más, y llegamos a la puerta exterior de palacio. Son las 08.30 h, y, como en Top Kapi, somos los segundos. Estamos detrás de una pareja mayor de simpáticos londinenses residentes en Chipre, con los que charlaremos hasta entrar a palacio.



Cuando te abren las puertas exteriores pasas al jardín, avanzas hasta el propio palacio y allí se forman dos colas: a la izquierda la de grupos, que tiene preferencia, y a la derecha la de visitantes individuales, cuyo primer grupo pasa a las 09.15, con guía del propio palacio y explicación sólo in inglés.



La visita standard dura alrededor de 45 minutos, Dolmabahçe es un palacio de estilo europeo occidental, nada que ver con el lujo oriental. La segunda visita, al harem, es opcional, se paga aparte, son habitaciones menos recargadas, en una de ellas vivió Ataturk, padre de la patria, y dura unos 30 minutos, se accede por otra puerta y cuando llegamos un funcionario nos mete prisa para que entremos porque ya ha empezado. A diferencia de la primera parte, donde te hacen ponerte calzas verdes en los pies, como en los hospitales, aquí la mayoría lo pasamos de largo por las prisas.

Termina la visita, nos hacemos unas fotos, mientras los militares hacen guardia, y nos tomamos unos capuccinos en la cafetería, a cinco liras turcas cada uno (dos euros).



Al salir del palacio, más fotos en la mezquita de al lado, adiós de los turistas británicos del principio, y a seguir caminando. 


Ahora toca subir a Taxsim, para desde ahí coger la calle Istiklal. Subir, qué horror...espero que no sea como a la torre Galata. Pero, de camino, qué suerte, encontramos el funicular, que aquí es subterráneo, así que aprovechamos y lo cogemos.

Salimos en medio de la plaza Taxsim, superbulliciosa, y nos dirigimos hacia Istiklal, no sin antes preguntar a una pareja si íbamos bien encaminados. Justo antes de llegar encontramos una zona de pequeños locales de comida rápida, entramos en uno de ellos y nos pedimos dos durum, ricos, y dos ayran,yogures muy líquidos, que no nos gustaron mucho...y a seguir andando.

La calle Istiklal es peatonal, salvo el tranvía romántico que la cruza, es muy animada y está plagada de tiendas. Es como la calle Preciados, de Madrid, pero sin El Corte Inglés y a lo bestia en cuanto a tamaño. En esta calle hacemos tres escalas. La primera en la pastelería Inci. Habíamos leído en los foros que sus profiteroles eran famosos, y era cierto. Entramos, los pido, me dicen que me sirva de un mostrador donde están expuestos a la vista de todo el mundo, y nos los comemos...Decepcionantes. El chocolate no sabía ino a natillas, como la crema de dentro.

La segunda parada en un centro comercial, en Saturn, a comprar una funda para la cámara de fotos Sony, que pudiera fijarse al cinturón del pantalón. Y la tercera parada en otra pastelería a comprar  burma, otro tipo de dulces. Tras esto, seguimos bajando la calle, hasta llegar a Tunnel, donde se coge/deja el funicular de la torre Galata, ese que no encontramos el día que subimos, y que para bajar, tuve que preguntar a un policía dónde estaba la entrada... Dentro de un edificio. Tanto en un extremo como en el otro, con razón no lo encontramos el primer día, y eso que pasamos por delante.

Ya en Karakoy usamos los dos jetones que nos quedaban para ir en tranvía hasta Sirkeci, aunque fueran sólo dos paradas, pero ya habíamos andado mucho.

Llegamos al hotel, descansamos un rato, yo me comí el dulce que compramos en Istiklal, y después subimos a Sultanahmet. Allí entramos en Harika a hacer nuestras compras de artesanía y tomarnos un te con Ana y Conchita, dis de las dueñas (la de la izquierda es Conchita, catalana del Español - lo siento Conchita, a mí no me sale eso de ponerlo con "y"- , y la de la derecha Ana, canaria).


Dos españolas muy simpáticas que han abierto dos locales, arriba tienda, y abajo tetería, y qoe os animo a visitar. Están en Incili Çavus, un poco antes de llegar al Enjoyer.

Bajamos las compras a la habitación, entre ellas una preciosa lámpara artesanal, y volvimos a subir a cenar, de nuevo al Enjoyer. Esta vez Pilar se tomó el pollo a la miel y yo el bistec a la manzana, de momento lo más rico de las tres cenas que llevaba. Del enjoyer os digo lo mismo que de Harika. Buena comida, buen precio, mucha simpatía, id, no os arrepentireis. No éramos los únicos que repetíamos.

Al terminar, bajamos a ver la mezquita azul con iluminación nocturna. 


Mehmet nos había dicho que estaría cerrada, y así lo pudimos comprobar al llegar. El guarda de seguridad sólo dejaba entrar a los que iban a rezar... Así que nos quedamos andando por el patio. Antes de irnos le dije a Pilar que iba a preguntar al guarda por los horarios, para volver al día siguiente, así que volvimos a hablar con él, me los describió, y me dijo que cerraban a las 22.00, miré el reloj y vi que eran las 22.15. Hice un pequeño gesto de fastidio, y por alguna misteriosa razón, tocó la fibra sensible del guarda, nos hizo un gesto para pasar... No podíamos creer nuestra buena suerte.



Entramos y, efectivamente, como Javier Adán nos cuenta en su blog Estambul06.blogspot.com, los colores cambian. Pasa del rojizo diurno al azulado nocturno. Aquel fue un momento sin duda mágico.

Al salir el guarda seguía diciendo que estaba cerrada a turistas. Nos fuimos a la salida de enfrente, al final del patio, y nos sentamos a mirar de nuevo. Entonces, con la mezquita iluminada, en todo su esplendor, oímos por la megafonía cantar al muecín. Volví a tener un "momento Abu Simbel". Lo llamo así por la emoción sobrecogedora que sentí la primera vez que vi las cuatro enormes figuras de Ramsés II, y tuve que dar gracias a Dios por permitirme ver aquello. Tal vez ese fue el momento en que, sin yo saberlo, en el futuro mi vida daría un giro que aún está por llegar, pero que llegará seguro.

Tras esto nos volvimos al hotel. El cuarto y penúltimo día estaba concluído.

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